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El envejecimiento de la población es uno de los mayores retos sociales y económicos del siglo XXI para todas las sociedades europeas. Según la Unión Europea, afectará a todos los Estados miembros y será trascendente en la mayoría de los ámbitos de la política de la UE. En el año 2025, más del 20% de los europeos tendrán una edad igual o superior a los 65 años, con un incremento particularmente rápido en el número de mayores de 80 años. En los países occidentales, se calcula que el 2% de la población general y el 10% de la población mayor de 60 años está afectada por algún grado de deterioro cognitivo. Este porcentaje aumenta con la edad, lo que se traduce en un elevado número de personas mayores que necesitan asistencia diaria para contrarrestar las limitaciones derivadas del deterioro físico y cognitivo propio del proceso de envejecimiento normal o de ciertas enfermedades neurodegenerativas. Hasta hace unos años, las personas mayores eran atendidas por sus familiares más cercanos (normalmente sus hijos), que vivían con ellos o les ayudaban a realizar sus tareas diarias. Sin embargo, debido principalmente a la incorporación de la mujer al mundo laboral, y al cambio de residencia para la búsqueda de trabajo, este modelo ha desaparecido: los familiares no pueden hacerse cargo de sus mayores porque tienen que trabajar o porque viven en otra ciudad. Además, el aumento de población mayor de 65 años ha provocado que los recursos existentes para satisfacer sus necesidades (residencias, centros de día, cuidadores profesionales, terapeutas, etc.) sean insuficientes y no puedan hacer frente a la creciente demanda.
Por otra parte, la mayoría de estos ancianos prefieren vivir de forma independiente en sus propias casas, y muchos pueden hacerlo si cuentan con asistencia que compense el deterioro de las habilidades cognitivas propio de la edad: reducción en competencias como la memoria y el aprendizaje, o incluso los síntomas de alguna enfermedad neurodegenerativa en su primera fase, que hacen que tengan algunas dificultades originadas por ciertos olvidos, desorientación temporal y espacial, disminución de la capacidad de asociación de ideas, el deterioro de ciertos sentidos, etc.
Finalmente, y teniendo en cuenta el aspecto económico, según datos de Eurostat 1 (agencia de recolección de datos de la unión europea), el gasto público para el cuidado de las personas mayores ha ido en aumento en las últimas décadas. A modo de ejemplo, y hablando en millones de euros, en España el gasto en 1990 fue de 29.624,6 y en 2007 el gasto ascendió a 66.660,6, y en otros países como Francia, el gasto aumentó de 91.803,3 en 1990, a 180.424,3 en 2007. Parte de este gasto social se concentra en los centros asistenciales, que se encuentran colapsados por el aumento de las personas dependientes. Por lo tanto, es claro que se necesitan nuevos modelos de asistencia, y las soluciones tecnológicas, como la que se describe en este proyecto, pueden proporcionar la ayuda necesaria para que las personas mayores sigan viviendo en sus casas y puedan afrontar con seguridad sus tareas cotidianas, garantizándoles que las condiciones de su entorno son las óptimas y que tendrán la ayuda necesaria en el caso de que se produzca alguna situación de riesgo.
Ante estos retos y desafíos, Abada Servicios Desarrollo junto con la Universidad de Sevilla y Oteara, presentan este proyecto, denominado “Red Inteligente de fácil despliegue para la vida independiente de nuestros mayores (RIING)”, al subprograma INNPACTO, dentro del Programa Nacional de Cooperación Pública-Privada, en el marco del Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2008-2011.
El principal objetivo del proyecto es desarrollar un sistema integrado de sensores que, en función del deterioro cognitivo del anciano y de forma no intrusiva, monitorizará ciertos parámetros de su entorno, detectará posibles comportamientos inusuales, y enviará la alarma correspondiente en caso de situaciones de riesgo. El sistema ofrecerá, por lo tanto, un nivel de seguridad que permitirá al anciano prolongar su autonomía y seguir viviendo en su hogar de forma independiente. Los datos obtenidos por el sistema de sensores serán transmitidos a una plataforma inteligente de control y decisión que, a través de un motor de inferencia, analizará toda la información recopilada y obtendrá una evaluación del estado del anciano, detectando posibles progresos en el deterioro cognitivo. En función de estos resultados, la plataforma estimará los servicios de monitorización y teleasistencia necesarios para que el anciano pueda seguir viviendo de forma independiente. Se consigue así una evaluación continua que permitirá ofrecer servicios personalizados y más adecuados a las necesidades cambiantes de cada anciano.
Véase la página web resumen del proyecto.